[ES] Hay artistas que trabajan de forma autobiográfica, pero ese traspaso de los límites entre lo público y lo privado no es lo que caracteriza a la obra de Anna Katarina Martin (Estocolmo, 1976). Al contrario, la artista prefiere tratar cuestiones de la representación visual desde una estrategia de distanciamiento que le permite diluir esa posible connotación persoal. Sin embargo, en este proyecto específico para Alterarte, se produce un punto de inflexión en su trayectoria artística, al dejar traslucir lo íntimo en la indagación de su propia historia familiar. No obstante, sigue manteniendo esa tímida distancia, entendida casi como un ejercicio de ventriloquia, que el arte contemporáneo suele emplear para comunicar ciertas cuestiones de la realidad que, quizá, transmitidas de forma más directa resultarían demasiado reales, y, por tanto, tal vez dejaríamos de prestar atención a esa cruda realidad. Jorge Luis Marzo ha reflexionado sobre la cuestión de la pertinencia de emitir un discurso «literalmente» sincero en el arte. Para Marzo1, la ventriloquia trata de verosimilitudes y transparencias, 195 de parábolas y desvelos, siguiendo la propuesta de Walter Benjamin, para quien esta estrategia creativa se convierte en el modelo de construcción de la comunicación contemporánea. En este sentido, los artistas construyen una serie de prótesis, de puestas en escena, a través de las cuales hablan, pero siempre bajo la mediación de un artefacto social. Y esto sería así por la creencia, o certeza –quizá infundada– de que las historias personales, contadas de forma sencilla y explícita, podrían sonar aburridas y carentes de interés. En Ensamlandet la artista se transmuta en su madre, auténtica protagonista de la exposición. Se expresa con sus palabras en la obra sonora Modersmål I (Idioma ma- terno I), la traducción española del testimonio materno que fue grabado en sueco. Y también la sustituye fotográficamente en la recreación de un momento familiar concreto, en el mismo lugar donde fue tomada la instantánea original, en el que su madre aparece con la suegra y la cuñada–la abuela y la tía de la artista, respectivamente– a principios de los años setenta en Madrid, en el Parque de San Juan Bautista. De este modo, en un doble movimiento performativo, Anna Katarina Martin habla a través de ella, a la vez que hace hablar a su madre, más allá de los lazos familiares, y bajo una mirada artística más que doméstica. Así, le da voz a Ulla Kruse, una peluquera sueca que se casó con un peluquero español emigrado a Estocolmo. Ella representa a las primeiras generaciones de mulleres emancipadas profesionalmente en Suecia, que comenzaron a trabajar fuera de casa, en contraste con la opresiva situación española de la época. Con esta exposición, la artista quiere rendirle un homenaje a su madre, que es presentada casi como un ser mítico –tal y como se puede jor, para de ese modo poder conocerse a sí misma, a la vez que comenzaría a crear una narración sonora de sus antepasadas. Sin embargo, te cobra sentido en el conjunto total. Esta tristeza provocada por la «otredad» que ocasiona la no aceptación, la incomprensión y la discriminación por ser diferente, tiene que ver con la incomprensión de Karin, el personaje interpretado por la actriz sueca Ingrid Bergman en Stromboli. Terra di Dio, película dirigida en 1950 por Roberto Rossellini y localizada en un pequeño pueblo de una isla volcánica del sur de Italia. En ella, la actriz encarna a una intrusa en un mundo cerrado y anclado en el tiempo; siente las tradiciones mediterráneas y las dinámicas cotidianas tan ajenas a su propia experiencia que son percibidas como una cárcel cultural, sentimental y física. Salvando las distancias con la película neorrealista, Anna Katarina Martin parte de este referente cinematográfico para recrear la historia de su madre, estableciendo sutiles paralelismos entre las situaciones vividas y las narradas fílmicamente, y por tanto, entendiendo a Karin y apreciar en la caja de luz titulada Ulla Kruse– pero desde la humildad de lo cotidiano, al ser tratada como una heroína anónima en medio de un mundo patriarcal. Desde este respeto, la artista se suma, pero sin hacerlo conscientemente, al “matrilinaje” propuesto por algunas corrientes feministas, en una defensa de la reconciliación y la solidaridad entre mujeres. La artista busca recorrer las huellas de su madre para reconstruir su historia, es decir, poder conocerla me también podrían ser mujeres artistas u otras relevantes profesionales tanto para su vida personal como para su trayectoria creativa, tal y como confiesa Anna Katarina Martin.

 
 

El título Ensamlandet hace referencia a la tierra de soledad –traducción literal– que Ulla Kruse encontró a su llegada a España, y se convierte en el hilo argumental de las distintas piezas de la muestra, entendida conceptualmente casi a modo de instalación, ya que cada par a Ulla Kruse como las eternas extranjeras en una tierra hostil. Dejando a un lado el componente místico del filme –la conflictiva relación entre la idea del Dios cristiano católico del sur frente al protestante del norte de Europa– y la trama de supervivencia de la protagonista de Strombo- li –el drama de una mujer del este de Europa que, para poder escapar de un campo de concentración, acepta casarse con un humilde y sencillo pescador de la pequeña isla, lo que de manera paradójica la lleva a salir de una prisión para meterse en otra–, la artista encuentra una correlación entre ambas historias. Las dos son mujeres formadas en una sociedad más igualitaria, pero oprimidas por el entorno y fuera de lugar, y, por otro lado, se caracterizan por su soledad al ser rechazadas socialmente y hablar otro idioma, cuestiones que las llevan a vivir en estado de permanente angustia.

Del mismo modo que la desolada isla es un mundo primitivo, duro y ajeno para Karin, porque no le gusta y porque ella no gusta, los pueblos y ciudades españolas que conoció Ulla Kruse parecen sacados de una época pasada y remota. Tanto los maridos a los que empiezan a conocer, una vez que llegan a los lugares de nacimiento de ellos, como las familias, amigos y el propio pueblo, constituyen una sociedad patriarcal tanto para una como para otra. Ambas historias hablan de altas expectativas iniciales no satisfechas, ya que la desilusión y la decepción se instalaron rápidamente, puesto que la persona que conocieron fuera de su entorno, había cambiado considerablemente de actitud.

En la obra sonora Modersmål I (Idioma materno I), Ulla Kruse rememora su pasado y llega a la conclusión de que no debió aceptar determinadas situaciones, pero no consigue explicarse por que no fue capaz de frenarlas. Relata como en su nueva vida en España se sentía muy sola, mientras su marido trabajaba todo el día o llegaba tarde porque frecuentaba bares con los amigos. El aislamiento también viene dado porque al principio apenas podía comunicarse de forma directa, ya que la mediación de la traducción hacía complicadas las conversaciones en tiempo real. Revela como muchas veces le hubiera gustado levantarse de la silla, y dejar de ser la exótica y hermosa chica rubia, siempre callada y con una dulce sonrisa en los labios.

Y de la misma manera sucedía con la suegra, con la que nunca llegó a conectar a causa del idioma y de la diferente educación y costumbres. No podían conversar y Ulla Kruse tampoco estaba acostumbrada a respetar la estricta autoridad de las mujeres mayores españolas, mucho más dominantes e influyentes que las suecas, de las que explica que en su país te haces amiga de la suegra, superando las rivalidades. Esto provocó numerosos malentendidos, que llevaron a la suegra a pensar que era una mala madre, que no sabía cocinar o que era vaga; o incluso llegó a convencer a su hijo para que le impidiera comprar una máquina de coser.

No obstante, se esforzó en llevarse bien con ella y aprender el idioma español, tal y como se observa en la obra mural Postal 1967. Modersmål II (Idioma materno II), en la que la artista reproduce el texto y la tipografía de su madre, tomado de una postal que les envió a los suegros desde Estocolmo. Tanto Ulla Kruse como Karin tratan de integrarse en su nuevo hábitat, pero todos sus esfuerzos consiguen justamente lo contrario. La diferencia de culturas parece insalvable; ellas quieren ser aceptadas como son, pero la sociedad y la familia pretenden que sean como ellas, porque no conciben otra forma de ser. En una escena de Stromboli, la protagonista intenta hacer acogedora su casa pintando flores en las paredes, dado que debido a la aridez del terreno no logran crecer de forma natural, en un acto liberador que es altamente cuestionado por la vecindad. De igual modo, Ulla Kruse causa extrañeza –incluso envidia– con los muebles modernos de estilo sueco y los electrodomésticos de última generación. 196 También, recuerda como era cuestionada por fumar, ya que entonces no era habitual en las mujeres españolas; admite que «seguramente pensarían que era muy liberada». El marido de Karin pretendía hacer de ella una mujer «normal», lo que quiere decir, su misa y discreta; y del mismo modo el marido de Ulla Kruse no la dejaba conducir, ya que no era cosa de mujeres. Ella reconoce que Suecia era más moderno, ya que tanto los hombres como las mujeres trabajaban, por lo que allá tenían independencia económica, lo que les servía para poder comprar cosas sin pedir permiso al marido. En este sentido, cuenta también como en aquel momento en España todavía no existían guarderías públicas, a diferencia del sistema estatal sueco que apoyaba a las madres trabajadoras. En definitiva, Ensamlandet habla de una sociedad anticuada y machista, en la que Anna Katarina Martin se sirve del mito de la sueca para tratar de explicar el choque cultural entre la llamada modernidad nórdica frente 197 al atraso social de los países mediterráneos de la década de los sesenta.

 

Postal 1967. Modersmål II (Idioma materno II) 2012
Rotulador s/parede
Medidas variables

Modersmål I (Idioma materno I) 2012
Obra sonora 29,30 min
Voz sueco: Ulla Kruse
Voz castellano: Anna Katarina Martin

 
 
 
Parque San Juan Bautista, Madrid 1972, I 2012. Reproducción fotográfica B/N 25 x 17 cm
 

Parque San Juan Bautista, Madrid 1972, II 2012. Reproducción fotográfica B/N 25 x 17 cm

 
 
 
Parque San Juan Bautista, Madrid 2012, I 2012 Fotografía B/N 90 x 60 cm
 

Parque San Juan Bautista, Madrid 2012, II 2012 Fotografía B/N 90 x 60 cm

 
 
 
 

Ulla Kruse 2012
Fotografía color, caja de luz 140 x 100 cm


1. La ventriloquia como metáfora o alegoría en el arte contemporáneo es una tesis defendida por Jorge Luis Marzo en numerosos textos escritos desde los noventa. Véase, por ejemplo, «Ventriloquías», en el catálogo Aparences, una exposición de la artista Eulália Valldosera, celebrada en la Sala El Roser, Ajuntament de Lleida, en 1996; o la conferencia «La ventriloquía. Un modelo de comunicación actual», pronunciada en el Quam 2002.

     

Texto original publicado en Sala Alterarte. Estado crítico1: 10 comisari*s 10 artistas pp 95 - 107 y 194-197

Sala Alterarte. Estado crítico1: 10 comisari*s 10 artistas.
[edición Xosé M. Buxán Bran ] Ourense :
Difusora de Letras, Artes e Ideas, DL 2012
Primeira edición: decembro 2012
Depósito legal: OU 184-2012 ISBN: 978-84-92958-17-7

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